Por Juan Cano Fortún @juancfortun juancano@claravillalon.com
Si eres persona de intrépido y valiente sabor; si te gusta descubrir sabores nuevos, lejanos y no tienes miedo a nada; si estás cansado de los rollitos de primavera, arroz tres delicias y esa especie de bolas de cerdo sintético, rebozado y gelatinoso, hoy estás de suerte. Sí, el artículo de hoy va de los restaurantes chinos de Madrid y si bien es cierto que abundan a lo ancho y largo del todo el panorama nacional, es complicado encontrar uno bueno y fidedigno donde probar la verdadera cocina oriental. Dar con una propuesta tan singular, hace tiempo que dejó de ser una difícil tarea ya que cada día que pasa la comunidad china que se instala en la capital, y en particular en el distrito de Usera, logra superarse y apostar por una propuesta culinaria de raíces, casera y lo más importante, muy rica. Si has llegado hasta aquí, quizá te interese saber que no necesitas desplazarte a la periferia y salir del casco urbano para deleitarte con auténtica comida china, ya que entre la multitud de bares y restaurantes orientados para turistas, puedes descubrir rincones internacionales con mucha memoria y encanto.
China es muy grande y no existe una sóla comida que les caracterice, así que hoy os contamos nuestra experiencia en un pequeño trocito de la capital gastronómica por excelencia de este gigante asiático: Hong Kong. Paloma (así ha decidido llamarse en España) es la propietaria y cabeza pensante de Hong Kong 70, un pequeño y acogedor restaurante cantonés con aires setenteros que te lleva de viaje sin salir del centro de Madrid. Y cuando digo de viaje, lo digo de verdad. Tal y como ellos mismos se definen, apuestan por no adaptarse al fino paladar occidental y seguir fieles a la genuina cocina tradicional cantonesa.
Nada más entrar por la puerta te teletransportas de golpe y porrazo a las calles de Hong Kong y, en concreto a los bulliciosos puestos de comida callejera o dai pai dong. La decoración del local está inspirada en los restaurantes de la década de los 70 y recoge numerosos guiños a la cultura china tales como las mesas con tableros formados por piezas del popular juego Mahjong o las réplicas de patos colgando de la cocina vista del restaurante. La decoración no deja indiferente a nadie ya que el local cuenta con dos estancias bien diferenciadas: un piso de arriba con amplitud de mesas e iluminación donde destaca y sorprende la decoración de los patos de mentirijilla o de los periódicos de época colgando de las paredes; y un piso de abajo con mesas juntas y una luz tenue donde impone el brillo de un neón con el nombre del restaurante. Esta segunda planta tuve la oportunidad de conocerla en una segunda visita (sí, me gustó tanto que tuve que volver a probar más cosas) y es cierto que no es igual de agradable que la primera. Puede llegar a ser más romántica e íntima pero el poco espacio entre las mesas, el frío subterráneo y el trasiego continuo de la gente que va al baño incomodan en cierto modo la visita.
La propuesta gastronómica, bajo la batuta de cocineros originarios de Hong Kong, no puede ser más variada y original. En su extensa carta encontrarás un buen montón de dim sums, dumplings, shao mai, Guo Tie, Song Lu y demás bocados en forma de empanadilla al vapor que te encantarán. A pesar de haber repetido en un corto lapso de tiempo, sólo pudimos probar una pequeña parte del menú y como recomendación, cuántos más vayáis, mejor. Para abrir boca y empezar con el festival, pedimos unos Won- Ton rellenos de cerdo y gambas con aceite picante. DELICIOSOS. El toque de picante era el justo y necesario para potenciar el sabor y no eclipsar el resto del conjunto. Un buen comienzo que nos mostraba la delicadeza y elegancia de todo lo que nos quedaba por delante.
Para seguir probamos los Xie Rou Xia Ren Shao Mai que aunque pueda sonar a chino, fue uno de nuestros platos favoritos. Unos saquitos cocidos al vapor en forma de shao mai rellenos de cangrejo y gambas con huevas de pez volador y acompañados de unas deliciosas inyecciones de ponzu casera. Continuamos el festín con unos dims sums flambeados de pato con foie gras. Una explosión de sabor donde el crujiente del pato se integraba de forma perfecta con la melosidad del foie gras. Un platazo que hay que pedir sí o sí. En mi segunda visita los tuve que volver a pedir, además de unos Song Lu Ji Rou Jiau rellenos de pollo y trufa con un muy buen equilibrio de sabores. ¡Ah! Se me olvidaba decir que todas las pastas con las que hacen los dim sums, son caseras, al igual que las salsas y los condimentos.
Dejando de lado los aperitivos, pasamos a la acción en forma de carne. En la primera posición de la carta, te ofrecen la posibilidad de pedir el “shao ya” o como lo conoce la mayoría de personas en occidente, pato laqueado o pato asado Hong Kong Style, en tres formatos distintos: entero, medio o un cuarto. Nosotros decidimos tirar por el surtido de asados y así probar más cosas. El variado consta de pato asado, torreznos made in Hong Kong, Char Siu (cerdo asado a la miel) y unas costillas de cerdo asadas pocos jugosas y con una gran cantidad de huesos molestos, sin duda lo que menos nos gustó de la variedad. Todo ello acompañado de una riquísima salsa casera de ciruela que para que os hagáis una idea de la magnitud de la misma, mi acompañante se la comió a cucharadas. No hay que dejar de lado los fuera de carta porque cada día se pasan por el mercado y ofrecen productos frescos y de temporada como una muy rica coliflor china al wok con salsa picante.
Aquí habíamos terminado pero nos quedamos con ganas de probar alguna cosa más así que volvimos a la acción con unos fantabulosos tallarines fritos con pollo. Una salsa melosa y untuosa (a la cual quizás le hubiera venido bien un poco más de rock and roll) que al contacto con el tallarín crujiente los ablandan y hacen un batiburrillo que aún estando rico, se echa de menos algo más. Para que podáis hacerlos en casa hemos pedido a Paloma, su propietaria, la receta y os la compartimos aquí abajo.
Para poner el broche a una comida que nos estaba sorprendiendo y maravillando fuimos a por el postre. Y he de reconocer que mi experiencia previa en restaurantes asiáticos me había ocasionado ciertos prejuicios y pocas esperanzas en lo que al postre se refiere. Pues bien, este no fue el caso. Pedimos unos Dan Ta o pastel de Belem, que aunque me gustaron, no me entusiasmaron. No puedo decir lo mismo de los baos de yema: un jugoso panecillo al vapor relleno de una dulce yema de huevo que suavizaba y endulzaba todo el conjunto.
Resumiendo, con un ticket medio de 25 – 30 por persona y comiendo como reyes puedes trasladarte por un momento a oriente y disfrutar de la verdadera cocina oriental. Siéntense en uno de sus taburetes de colores y dejen que les sorprendan con el auténtico sabor cantonés.
INGREDIENTES
- 1 kg mejillones frescos de calidad, grandes.
- 3 cebollas
- 1 cabeza de ajos cortada a la mitad
- 2 zanahorias
- 250 ml aceite oliva virgen extra
- 250 ml vino blanco, cuanto mejor sea el vino, mejor
- 250 ml vinagre de manzana o de vino blanco
- 1 cucharadita de miel o azúcar
- 12 granos de pimienta negra
- 1 cucharadita de pimentón dulce (bueno)
- 1 cucharadita de orégano seco
- 1 hoja laurel
- Sal al gusto
PREPARACIÓN
0 comentarios